¿Qué caracteriza la vivencia emocional en ACI?

¿Qué caracteriza la vivencia emocional en ACI?

La manera en que percibimos los eventos externos e internos está intrínsecamente vinculada a las emociones que experimentamos y se configura a partir de complejos procesos cognitivos. Éstos se retroalimentan e influyen en el modo en que interpretamos y experimentamos nuestras vivencias.

 

Para entender mejor este fenómeno, es necesario considerar cómo la complejidad cognitiva (entendida como grandes redes de significado fruto de la conceptualización abstracta y que son activadas de forma concurrente) afecta a la formación de nuestros estados emocionales.

 

Al desglosar este proceso cognitivo en un ejercicio de abstracción podemos identificar al menos dos aspectos fundamentales: la vivencia afectiva y los procesos valorativos.

 

Con vivencia afectiva nos referimos a cómo y en qué grado se produce una especie de “filtro” (por ejemplo, a partir de expectativas, memorias previas y proyecciones futuras) de unas u otras cualidades intangibles de los conceptos y reflexionamos sobre ellas (así experimentamos fisiológica y mentalmente una situación).

 

Por otra parte, los procesos valorativos incluyen la apreciación personal de la situación y la etiqueta verbal que utilizamos para definir, dar forma y expresar nuestros estados y evaluaciones.

 

Pongamos un ejemplo de dos pensamientos/emociones para ilustrarlo:

 

Persona 1: “Mi día ha ido bien”

Persona 2: “Mi día ha tenido X, Y y Z circunstancias (se desarrollan y relacionan) que me han hecho sentir una inmensa felicidad.

Persona 1: “Hoy no ha sido un buen día por el motivo X”

Persona 2: “Mi día ha sido catastrófico: X, Y y Z (se desarrollan y relacionan con A, B y C circunstancias en pasado, presente y futuro) y todo ello me hace sentir que soy extremadamente desafortunada.

 

Cuando la persona 1 percibe que su día ha ido “bien”, está reconociéndolo y evaluándolo en función de una serie de características generales que la han dejado satisfecha. Estas características tienen en cuenta los eventos positivos, como podrían ser llevar a cabo tareas importantes o disfrutar de momentos agradables con amigos o familiares. Sin embargo, la evaluación es relativamente superficial, centrándose en el resultado final y en cómo se siente en general al finalizar el día.

 

La persona 2 se basa en una perspectiva detallada y matizada, y está utilizando su capacidad cognitiva y metacognitiva para procesar una amplia gama de información y experiencias. Además de categorizar su día como “bueno” o “malo” según un criterio general, está considerando una serie de factores específicos que contribuyen a su experiencia emocional. Cuando describe que su día ha tenido características que le hacen sentir una inmensa felicidad, está integrando una mayor cantidad de detalles y matices que contribuyen a esa sensación de bienestar. Lo mismo ocurre cuando los eventos son vividos como negativos.

 

Como decíamos anteriormente, en personas con alta capacidad intelectual esta complejidad en las redes que integran la información puede verse amplificada comúnmente por la intervención continua de elevadas habilidades metacognitivas. Como esta capacidad permite monitorizar y reflexionar sobre el propio proceso de pensamiento y considerar diferentes perspectivas simultáneamente de forma rápida e integrada, los estados emocionales pueden estar imbuidos de esa mayor cantidad de visiones o puntos de vista.

En última instancia, al considerar cómo la complejidad cognitiva y emocional influyen en nuestra experiencia y comprensión del mundo, surgen preguntas importantes:

 

¿Qué etiqueta verbal, en cada caso de los anteriores, crees que facilita de ser desarrollada o conectada con otros pensamientos o vivencias?

En el contexto del aprendizaje, ¿qué tipo de etiqueta verbal tendría mayor potencial para conectar con un amplio rango de ideas y contribuir a la valoración de la inteligencia? ¿Sería más eficaz una etiqueta que denota curiosidad o una que refleje una intensa inquietud y admiración por profundizar en el conocimiento?

 

Dado que las etiquetas verbales no solo describen, sino que también configuran nuestra experiencia emocional y cognitiva, y tienen gran impacto en la profundización y conexión de nuestros pensamientos y experiencias. ¿No es entonces evidente que la elección adecuada de una etiqueta verbal puede transformar considerablemente nuestra percepción y análisis de las vivencias?

 

Reconociendo que en el aprendizaje las etiquetas verbales actúan como puentes entre ideas, profundizando nuestra comprensión y estimulando la valoración de la inteligencia, ¿no sería lógico pensar que una etiqueta que exprese curiosidad o que manifieste una intensa inquietud y admiración por el conocimiento es fundamental para fomentar una exploración más enriquecedora y profunda?

 

Generalmente, el imaginario colectivo conceptualiza por separado al “genio” racional y al “ser emocional”. A menudo insistimos en que la parte intelectual no debería separarse de la parte emocional de nuestra experiencia y se retroalimentan mutuamente. Por tanto, el aprendizaje y el desarrollo personal están impulsados por todas esas emociones, nos resulte más o menos agradable transitarlas y comprenderlas. El interés profundo, la fascinación y la admiración a veces van de la mano con algunos de los momentos más duros.

 

La profundidad intelectual se enriquece cuando estas emociones se exploran y se canalizan en un proceso de aprendizaje continuo, así como las emociones resultan más fáciles de abordar cuando las comprendemos. Si no pudiésemos prestar atención y considerar los detalles y matices de nuestras experiencias, podríamos perder la oportunidad de experimentar la plenitud emocional que proviene de una apreciación profunda de la vida.

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